Represión, amenaza y persecución

Por Maibort Petit


Chávez se ha convertido en un sinónimo de problema, de caos político y social. Este militar de izquierda tiene ya 11 años en el poder, gozando de una enorme fortuna petrolera que, además de enriquecer a los funcionarios del gobierno y a los militares revolucionarios, ha servido para salvar a Cuba de la crisis, para construir casas y servicios públicos en Nicaragua, Bolivia y Ecuador, pagar campañas electorales en Argentina y enriquecer gobiernos extranjeros conocidos por vender chatarra bélica a tontos útiles que pretenden reescribir la historia y crear un liderazgo mundial basado en la mentira, la desinformación, la basura ideológica y el robo de recursos públicos para fines políticos partidista.






Chávez se traduce, luego de una década de desgobierno, en una mera representación de la ineficiencia, del irrespeto a los valores democráticos que habían sido asimilados en Venezuela desde finales de los años 50’. Luego de su trágica presencia en la presidencia, el chavismo se palpa en la calle por el odio engendrado entre los ciudadanos, por los crímenes cometidos contra los opositores, por su pésima gestión que incluye escándalos como Pudreval, una inflación galopante, el reino de la delincuencia, del hambre, de la trampa y de la corrupción. Los largos y traumáticos años de revolución bolivariana han generado la existencia de dos sociedades que si bien comparten el mismo origen, son arbitrariamente opuestas en principios y valores. Una Venezuela es capaz de aplaudir a un tirano vende patria, que ha abusado de su cargo y de las circunstancias que lo llevaron al poder para transformar el país en un pueblo incivilizado, y capaz de aprobar todas las decisiones del caudillo a cambio de mantener sus privilegios. Esa Venezuela no ha despertado, y dice creer en el discurso de incursión del régimen, sin importarles ser cómplice de todos los atropellos que se acometen contra la otra parte de la sociedad que se le opone y por ende, sufre los horrores que produce estar despierto, y ser objeto de las locuras de un gobernante enfermo y megalómano, que se acostumbró alzar la voz y a pisotear los derechos civiles y políticos porque le da la gana. Esa otra Venezuela es perseguida y acosada, no solamente por las fuerzas legitimas del régimen que se han corrompido hasta la saciedad, sino por los brazos ilegítimos del gobierno, que generan caos, matan y azotan psicológicamente a todo aquel que no acepta formar parte del oficialismo.


Son innumerables las técnicas de persecución que se ha puesto en marcha el desde su inicio de la revolución. Primero, fueron los asesinos círculos bolivarianos que aterraron y siguen aterrando a los opositores. Luego, el gobierno hizo uso de sofisticados mecanismos que le permitieron intervenir teléfonos, cuentas bancarias, portales de Internet, y correspondencia privada. Igualmente, utilizó las truchas y muy comprometidas instituciones judiciales para generar casos en contra de los adversarios del régimen, y ponerlos en la cárcel o el exilio.


Durante una década, Chávez ha probado todos los experimentos cubanos para ejercer el terror e imponer el miedo en la sociedad y evitar que los que aún no hayan despertado, salgan de su burbuja y se manifiesten en su contra. Desde el discurso hasta la penalización, no hay método que se deseche para lograr su fin: permanecer en el poder eternamente.






Chávez ha sido implacable, y en aras de lograr su objetivo, ha sido capaz de todo, y ese todo incluye, groseras amenazas y acusaciones sin fundamento contra algunos individuos que le son molestos en sus planes. Pareciera que el cierre de medios y la confiscación de empresas y bienes no son suficientes. El militar de izquierda hila más abajo, y acorrala todas las piezas, nadie se siente seguro, ni fuera ni dentro de las instituciones, ni dentro del país donde reinan la delincuencia y la impunidad, ni fuera del país donde el gobierno tiene sus antenas bien pagadas, que hacen espionaje, se infiltran y compran mentes, conciencias e información.


Son muchos los que en el extranjero sufren la persecución del régimen. Desde venezolanos que se les niega el derecho de poseer un documento de identificación valido por ser oponentes al régimen. Es vergonzoso como el gobierno, a través de algunos Consulados, niega pasaportes a los ciudadanos que han participado en actividades contra el gobierno, o que han ayudado a los opositores en la búsqueda de informaciones que condenen y dejen claras las fechorías de Chávez y sus funcionarios, o los que forman parte de la lista Tascón y se negaron a pagar para borrar su nombre. Chávez, también se ha dado la tarea de infiltrar funcionarios en las organizaciones democráticas que tienen vida activa en muchos países, conformadas por exiliados y opositores del régimen, para espiar y colectar la información sobre los eventos que se producen. Muchos vendedores de información, incluso, tergiversan los testimonios y las mayor provecho económico, inventan datos que nunca tuvieron lugar, enterrando personas y vinculándolas con actos, planes y ejecuciones que son montadas por la inteligencia paralela para incriminar a ciudadanos inocentes y vincularlos con actos terroristas, con magnicidios o cualquier otra invención que genera la fantasía discursiva chavista como mecanismo para acabar con los disidentes.


En el ámbito interno los funcionarios del gobierno actúan de forma más feroz. No hay chance a equívocos, cualquier error se paga con creces. Tanto los opositores que se enfrentan públicamente al régimen, como los colaboradores que se mantienen en silencio bajo la cortina roja, pero colocando su grano de arena para que se conozcan los guisos y abusos de este gobierno, están diariamente amenazados. La persecución es por doquier, eliminando licencias, acabando con negocios, sembrando armas y drogas, enviándole asesinos a sueldo, secuestros Express, amenazas directas a familiares, acoso laboral y profesional, aperturas de juicios, etc. Chávez y sus asesores cubanos han convertido a la Venezuela que no está de su lado en una sociedad enferma, temerosa, acosada y criminalizada. Por los corrillos se cuenta que ahora que la radicalización de la revolución se agudiza empezarán a caer más opositores en las redes, e incluso aquellos chavistas que se despierten y empiecen a sentir asco de haber apoyado semejante locura. El 2011 amenaza con ser peor que estos últimos diez años de caos. El Caudillo quiere permanecer en el poder hasta el 2021 y su pulso no le va a temblar para lograr su objetivo, cueste lo que cueste. Ya empezó su campaña, caracterizada por insultos y gritos y acusaciones. En la medida que su popularidad siga bajando, se atreverá hacer lo que hasta ahora no ha logrado, ya no sólo piensa en canales de televisión que le critican, piensa en otros planes malévolos que seguro traerán tristes y trágicas consecuencias, no solo para la Venezuela que lo detesta, sino para aquella que lo sigue ciegamente e incluso para su misma familia. Que tristeza ver que el poder corrompe absolutamente.