Por Maibort Petit
@maibortpetit
Aunque los miembros del jurado ven en todas las audiencias a Joaquín Guzmán Loera, en el día 15 del juicio, fue la primera vez que escucharon formalmente su voz a través de un video que presentó al fiscalía con partes de la en revista hecha por el actor Sean Penn a»El Chapo» antes de ser arrestado en México y deportado a los Estados Unidos.

La fiscal Andrea Goldberg pidió permiso al juez Brian Cogan para que el jurado conociera al acusado a través de un video que colgó el YouTube la revista Rolling Stone y que fue ampliamente publicitada en 2015, cuando Sean Penn y la actriz mexicana Kate del Castillo lograron reunirse con Guzmán en las montañas de Sinaloa.
La fiscalía mostró cinco segmentos del video donde se escucha al Chapo justificar que la pobreza lo llevó al narcotráfico. El acusado dice que cuando tenía 15 años se vió obligado a sembrar y vender amapolas y marihuana para sobrevivir, para comer.
Asimismo, Guzmán sostuvo que “El narcotráfico no depende de una persona. Depende de muchísimas personas” al ser interrogado sobre cuál sería el impacto que tiene el negocio de las drogas en México. Comentó además si no hubiese consumo no hubiera venta, el consumo es grande porque la gente quiere probar, siente curiosidad y es cuando viene la adicción.
El Chapo sostuvo que el narcotráfico traer la violencia debido a que las personas que están involucradas cuando empiezan a suministrar información de lo que hacen es cuando crean violencia.
Tirso Martínez y la defensa
Durante la sesión de este martes se escuchó el contra interrogatorio del testigo de la fiscalía y ex narcotraficante, Tirso Martínez Sánchez quien trabajó para los carteles de Juárez y Sinaloa desde 1995 hasta 2003 y que fue arrestado en 2014.
De acuerdo a Martínez Sánchez, en el año 2001, Ismael “El Mayo” Zambada, uno de los líderes del cartel de Sinaloa le puso una pistola en la cabeza tras acusarlo de haber cambiado 300 kilos de cocaína del b una calidad por una mala en un cargamento. Aseguró que se salvó de ser asesinado porque otro narcotraficante que era ahijado del “Mayo” y con quien él tenía muy buena relación, Vicente Carrillo le había pedido a su padrino que no le hiciera nada.
Martínez sostuvo frente al jurado que el Chapo, a quien ellos llamaban “Patas cortas” era líder del cártel de Sinaloa y que había mantenido relaciones comerciales con el acusado. El testigo aseguró que por cada cargamento ganaba entre $200.000 y $300.000 por cargamento que llegaba desde Colombia y era atravesado por la frontera a México.
La defensa buscó acabar con la credibilidad del testigo trayendo a colación testimonios que habría dado al inicio de las conversaciones con los fiscales. En el contra interrogatorio admitió que algunos datos suministrados en la sala se los había dado Alfredo Vasquez, un hombre cercano a Guzmán.
Los defensores del Chapo sostuvieron que Martínez Sánchez, quien se declaró culpable de narcotráfico y aún no ha recibido sentenciado, estaba allí mintiendo para reducir su sentencia, lo cual no fue aceptado por el testigo.
La defensa también trajo a colación que Martínez Sánchez consumía un gramo de cocaína diaria por años, que usaba medicinas para la depresión, que había sido alcohólico y que los vicios le habían generado un daño cerebral orgánico que le generaba problemas de memoria pero el testigo solo admitió que en su pasado si había consumido drogas y alcohol pero que no sabía lo que era depresión y sólo consumía píldoras para la ansiedad.
Trabajó con otros carteles
Martínez dijo que había trabajado con Vicente Carrillo, ex líder del cartel de Juárez y que por años intentó unirse a la organización criminal del Chapo. Aseguró que cuando se presentó la oportunidad se había asustado. «A finales de 2001 me pidieron que trabajara con el transporte de un envío de cocaína. Yo me sentía que estaba entre la espada y la pared porque trabajaba con Vicente Carrillo Fuentes». Vale destacar que Carrillo Fuentes era parte del cártel de Sinaloa pero había tensiones entre los narcotraficantes.
A pesar del nerviosismo, el testigo hizo los envíos y trabajó para Guzmán con otros cargamentos.
Martínez Sánchez confesó que hizo mucho dinero en el narcotráfico, que ganó millones de dólares y logró comprar propiedades, empresas, caballos y gallos de pelea. Pero que también perdió mucho de su capital debido a sus apuestas en los gallos, y a inversiones hechas en otros cargamentos que se perdieron.
El testigo también dijo que había comprado varios equipos de fútbol, dos de ellos los había vendido por USD 2.500.000,00. Luego, afirmó que cuando la Federación de Fútbol Mexicana se enteró quién era le ofrecieron comprar el resto de los equipos por unos USD 10 millones.
Para evadir la justicia este hombre se hizo cirugía en la nariz y ojos, y planeaba cambiarse el rostro pero debido a que era hipertenso y estaba sangrando mucho decidió no hacerlo.
Aseguró haber ganado en el negocio de las drogas USD 50.000 y que había transportado dinero efectivo a Estados Unidos unos USD 6 u 8 millones escondidos en lugares ocultos de los vehículos.
En su relación con el Chapo Guzmán, Tirso Martínez sostiene que solamente ganaba entre el 10 y el 15 por ciento de lo que lograban embolsarse el propio Guzmán Loera, El Mayo y Vicente Carrillo.
Martínez Sánchez dijo que unos veinte cargamentos —de entre 1.400 y 1.700 kg de cocaína cada uno— fueron enviados a los Estados Unidos a través de trenes, una ruta diseñada por él que funcionó entre 2000 y 2003. Aseguró que el 30 por ciento de esta droga llegó a Nueva York.
Remembró que su primer encuentro con Joaquín Guzmán Loera tuvo lugar a mediados del año 2001, una cita en la que el acusado le consultó cuántos vagones tenía disponibles para realizar los envíos y aunque en realidad se trataba de seis u ocho vagones, Alfredo Vásquez, con quien Martínez Sánchez se reportaba directamente, le dijo que eran entre 40 y 60 vagones.
Este primer contacto entre ambos narcotraficantes ocurrió luego de que Guzmán Loera escapara de prisión. Narró que él y su jefe fueron trasladados a una cabaña ubicada en las afueras de Ciudad de México, en el camino a Toluca. Contó que durante el trayecto los encapucharon para que no pudieran ubicar el sitio de reunión.
Contó que le refirió este encuentro al líder del cártel de Juárez, Vicente Carrillo, y «se enojó mucho. Dijo: ‘Este imbécil, quiere ignorarme».
Carrillo le habría ordenado a Martínez Sánchez no acudir al encuentro sin su autorización.
Cuando los lugartenientes de Joaquín Guzmán contactaron nuevamente a Tirso Martínez para concretar un envío de 3.600 kilos de cocaína a Chicago, el testigo le advirtió que tenía que pedir permiso a Vicente Carrillo, a lo que el enviado del Chapo respondió: «Bueno, mierda, el transporte es nuestro». Entonces envió la carga sin avisar a Carrillo y tomó 400 kilos como pago.
Tirso Martínez Sánchez subrayó que el Chapo Guzmán se sentía orgulloso de haber “inventado” la ruta del tren que usaban para transportar la droga.
También contó que en ocasiones llegaron a camuflar los cargamentos de droga entre los zapatos y las cajas que los contenían.
Entonces se refirió a las incautaciones de que fueron objeto y contó que en una oportunidad Vicente Carrillo le advirtió a él (a Tirso Martínez) que El Chapo Guzmán estaba enojado por tres decomisos de que habían sufrido y, en tal sentido le dijo «agárrese porque Patas Cortas está enojado».
“Patas cortas” era un apelativo con el que se referían al Chapo, quien estaba iracundo por haber perdido millones de dólares por las incautaciones en Brooklyn, Chicago y Queens. De este sobrenombre, el Chapo no tenía conocimiento pues se le decía a sus espaldas.
Luego de esto, Joaquín Guzmán habría ordenado crear nuevas rutas pero, entonces Tirso Martínez Sánchez, ya quería retirarse, «no quería seguir trabajando con ellos, era mucha presión», manifestó ante el jurado.
Tirso Martínez dijo que el Chapo le había pedido ayuda para enviar 200 kilos de cocaína a Los Ángeles, un trabajo que el testigo ofreció hacer gratis pese a que tarifa normal para entonces era de USD 200 por kilo. Manifestó que «realmente quería trabajar con él en cantidades más grandes. Sabía que ganaría mucho más dinero que solo los USD 200 por kilo que le cobraría en esa ocasión”, dijo.
Igualmente, Tirso Martínez dijo que también se reunió dos veces con El Mayo Zambada, quien había apadrinado a Vicente Carrillo, jefe de la organización en la que se desempeñaba el testigo para ese entonces. La primera vez fue en una casa en Coahuila.
Explicó que Vicente Carrillo y Mayo Zambada querían un informe sobre el progreso de una nueva ruta de envío de cocaína a Nueva York. Como se tardó en su tarea, transcurrido un mes, recibió una llamada de Carrillo en la que le refería que el Chapo “pregunta cuándo carajo vas a tener lista Nueva York'».
Expuso que luego de 4 o 5 meses, fue convocado a otra reunión con El Mayo en la que también estuvo presente la esposa de Zambada, Patty, apodada «Puppy». Ambos condujeron a Tirso Martínez a una casa en las afueras de la Ciudad de México indicándole que necesitaban «aclarar algo». Allí lo acusaron de engañar a Mayo con un cargamento en el que habían cambiado los kilos «de mercancía buena a mercancía mala».
Cuando Martínez Sánchez llegó al lugar del encuentro se percató de que había personas armadas en todas partes: «Mayo Zambada comenzó a insultarme de inmediato. Me preguntó por qué había cambiado su mercancía por él».
La respuesta de Tirso Martínez fue no saber de lo que le estaban hablando y agregó que entonces Mayo Zambada le respondió: «No actúes como si fueras un estúpido. Me diste 311 kilos que no son buenos». El testigo narró que Mayo le apuntó con un arma directamente a la cara.
Narró que su relación con Vicente Carrillo lo salvó: «[El Mayo] dijo que no voy a matarte porque mi ahijado me dijo que no te hiciera nada».
Tiempo más tarde, Tirso Martínez llamó a Carrillo para contarle lo sucedido con Mayo Zambada, un hecho que causó gracia al segundo: “Ese es mi padrino, es un gilipollas'». Aceptó recibir buenos kilos de El Mayo pero negó haber tenido problemas con el envío.
El testigo del gobierno hizo referencia a un conflicto surgido entre Chapo y Vicente Carrill, explicando que se encontraban «en guerra, se estaban matando», una disputa en la que el Mayo se puso del lado del acusado por encima de su ahijado. Contó que no quería elegir entre uno y otro, pues su deseo era dejar de trabajar para los carteles.
Ante el jurado, Tirso Martínez Sánchez admitió haber matado a algunas personas y dijo que en más de una ocasión envió sicarios para amenazar a quienes le debían dinero.
Dijo que siguió traficando drogas y que se había acercado al hermano mayor de los gemelos Flores, para que le suministrara cocaína. «Dijo que confiaba en nosotros, vendemos mucha mercancía en Chicago». Puntualizó que habitualmente recibían entre 500 y mil kilos para envíos.
Contó finalmente, que una de las bodegas de llegada de los trenes estaba ubicada en Nueva Jersey pero fue descubierta, por lo que decidieron trasladarla a Queens en Nueva York, una estrategia, diseñada por el Chapo, quien se empeñaba en que se supiera que la idea era suya.